jeudi 16 juin 2011

La muerte estrena guadaña















Onomatopeya del horror

JSH

“Si descubro al culpable de tanto desastre… lo va a lamentar…”
(En “Yo soñé con aviones”, SRD)

I
Arde un automóvil en el fondo de una calle; a la mitad de lo oscuro, el fantasma de don Gregorio Torres Quintero grita “¡Aaah!”, como una quemadura. El fuego se levanta, haciendo visible la catástrofe, evidenciando el crimen a la lente, al ojo de quienes detentan la justicia. Los guardias de la inteligencia dicen “¿Eeeh?”, detrás de sus pantallas, como quien nada entiende. Una lección nocturna está por ser dictada; una lección primaria ha de ser aprendida. Momentos más tarde el camión de los bomberos sale de su hangar y ulula “¡Iiih!”, con el chillar de una sirena que sufre de calor bestial. Es el momento del chorro contra la llama; es la hora de la espuma contra el humo; es la hora de los periodistas y el “ring ring”, y el “qué pasó”; es la hora de un fondo estrellado y un murmullo de satélites allá en lo alto. En el automóvil aún ardiendo, un cuerpo carbonizado dice “Ohhh” como un último suspiro, en medio del vapor y el combustible. Los detectives traen sus cámaras fotográficas, toman medidas, recuperan pistas, hurgan con la mirada, y cuando alguien les pregunta si tienen la noción de lo que pueda haber detrás de este homicidio, responden “Uuuuh”, como quien piensa “Pobre ingenuo”. Una lección primaria acaba de dictarse; a finales de mayo hemos aprendido las vocales de nuestro abecedario del crimen.
Hace días, ya pisando la mitad de junio, los maestros del horror quisieron revisarnos el dictado. Un Domingo Savio fue testigo de la necedad con que los policías repitieron una a una las partes de la lección mal aprendida. Esta vez fueron dos cuerpos y una camioneta con reporte de robo quienes sirvieron de banquete al fuego que borra toda huella. Esperemos que para la próxima clase, sea la justicia y la pericia previa quienes nos pasen lista. Esperemos que pronto se den cuenta –nuestros detentores de la ley—que son ellos los calificados.

II
Parece que los detectives andan tras la huella de un criminal innovador y pedagogo. Quizá se trate de una nueva cabecita de maniobras, con ideas diferentes y métodos espectaculares; para enseñarle al enemigo quién es el que manda aquí. Quizá una nueva marioneta para este guiñol sangriento en que se ha convertido nuestro estado.
Pero es fácil sacar sus conclusiones detrás de la barrera de toriles. Es fácil suponer que hay alguien pretendiendo ocultar sus fechorías tras las llamas; que al quedar las víctimas irreconocibles pueden hacerse pasar por fulanitos y perenganitos desaparecidos, mientras las averiguaciones previas dan lugar a presunciones perennes.
En todo caso pidamos al cielo lindo que los detectives tengan una huella que seguir. Y a la Inteligencia que no le esté poniendo trabas al asunto para hallar al responsable. Pidamos al Fuego que ha abrasado nuestras noches vuelva a ser sólo una pesadilla y no se convierta nunca en vehículo para la impunidad de cada día. Pidámosle a nuestro Angelito de la Guarda que cambie su espada por un refulgente cuerno de chivo.

mardi 7 juin 2011

Salir de pobres

Viaje en órbita

Mundo maniquí, maniqueo

Se ve que en este mundo, los que vivimos aquí no queremos salir de pobres, ni jodidos. Y un día habremos de tener razón. Y no lo digo por ti, o por usted nomás, sino por todos. Los que buscan trabajo “de lo que sea”, a todo le encuentran un pretexto para abandonarlo, y los inteligentes arrebatan. Los que tienen un buen corazón y espíritu solidario ofrecen su ayuda voluntariamente para resolver problemas de urgencia, mientras los inteligentes arrebatan.
En el mundo existen dos grupos de personas: los inteligentes y los pobres. Los primeros, gracias a su inteligencia y a su “mentalidad” del éxito, se ganan las becas más prestigiosas, salen de sus cascarones y vuelan a las universidades del norte, para hacer sus doctorados de economía en lugar de biología, de administración en lugar de historia, de comercio en lugar de literatura, de robótica en lugar de bioética, etc., etc., etc. Los segundos, a causa de su pobreza y la “normalidad” del fracaso, raras veces merecen una beca no muy prestigiosa sino más bien alimentaria que les adorna el comedor una vez al mes; lo que los pobres siempre ganan es la confianza de los inteligentes, quienes los dejan entrar en sus casas para que las limpien, y luego hasta les pagan un sueldecito para que se compren una despensita en la misma tienda del patrón. Aunque con menos frecuencia que los inteligentes, los pobres también llegan hacer sus doctorados, pero en humanidades, o en agricultura, en turismo, o en ley (para defender lo que aún les queda), todo eso en lugar de la dinerología, el empresariazgo, la explotación y la guerra, profesiones propias para inteligentes.
En el mundo –aunque los pobres son mayoría— son los inteligentes quienes gobiernan y organizan a la sociedad. Sí. Sí. Los inteligentes diputados y el gobernador inteligente. Los presidentes y los emperadores inteligentes. Los dueños, los empresarios, los productores, los directores, los de arriba, todos los inteligentes. Y parece que los pobres están contentos con ello. Aplauden a los políticos inteligentes, cantan canciones de los artistas inteligentes, se visten con ropa de diseñadores inteligentes y hasta comen hamburguesas. Y cuando algunos pobres (desorientados) quieren pasarse de listos con sus manifestaciones, perturbando el orden de este lindo y productivo sistema, no hay nada de que preocuparse, porque siempre habrá otros pobres –más bien jodidos—, vestidos de azul y cubiertos de plástico, armados de una cachiporra y pistoletas; un enorme cuerpo de pobres encasquetados, con camuflaje en el alma y el rostro cubierto de vergüenza; un montón de jodidos como tú y como aquel de allá, que vendrán en bola para ponerse enfrente, y no dudarán en romper piernas y hocicos de los pobres pasados de listos para que todo quede igual, para que nada cambie.
Siempre habrá un inteligente que apriete el botón rojo, y un pobre que aviente la bomba. Siempre habrá un inteligente que invente un nuevo aparatito, y un pobre que sueñe con tenerlo. Siempre habrá un inteligente que dirija una gran empresa, y un pobre que trabaje en ella. Siempre habrá un inteligente que diga una gran mentira, y un pobre que se la trague entera. Siempre, siempre, siempre.
El día que los jodidos dejen de cortar cabezas de los pobres y miren con deseo las gargantas lavadas de los inteligentes, ese día por fin daremos gracias porque nunca salimos de pobres. Ese día la razón estará de nuestro lado, y ay de quien quiera hacerse el inteligente.