He pasado 31 años de mi vida perdiendo
el tiempo. Mirar el paisaje, a veces me ha inspirado bellos poemas
que nunca he llevado al papel. Pero ¿qué pueden importar los poemas
que no he escrito? He leído frente a reducidos públicos mis
disparates, aquello que sí alcancé a escribir, lo que me salió de
la cabeza una hora antes, lo que vomité de ira sin pensar en las
palabras, lo que me forcé a decir cuando no había nada interesante
en mis ideas. Pura basura. Me mostré ante la gente que me vio nacer,
ante los que me vieron aprender a andar en bicicleta, me mostré como
escritor de la manera más soberbia y desprecié a algunos amigos que
preferían la religión y leían la biblia como si en aquellos textos
pudieran encontrar el secreto del mundo, buscando la salvación. Yo
prefería hundirme en el abismo y así lo dije entonces. Ahora, una
década más tarde, sigo en el abismo. He decidido que me he dado
cuenta que no tengo nada que decir. Y aún así me gusta creer que mi
pensamiento puede traducirse en un mensaje que transforme… (¡ja!)
¿Pero qué hay que transformar del mundo si todo está resuelto? Qué
egoísmo el heroísmo. No lo puedo negar, nada puedo hacer contra
ello (el egoísmo); es quizá la única gran característica que
unifica a la Humanidad entera (el egoísmo), esa especie de animal
que ha decidido que el mundo fue creado para su aprovechamiento y que
si no hay signo de progreso la sociedad no existe, y que la sociedad
es indispensable para el ser humano, y que el ser humano es lo más
importante que hay en el universo, porque no es posible que un simio
o una pulga o un murciélago o una puta hormiga puedan leer este
mensaje imbécil dirigido para los únicos animales que saben
interpretarlo.
Ah, pero qué bonito es vivir. Pensar
en cambiar el mundo, pensar en la instauración de la paz a la mitad
del caos, soñar con detener el mal, planear, discutir, prepararse
ingenuamente para hacer la revolución, creer que el futuro va a ser
mejor, hacerse el héroe: PATRAÑAS de la HUMANIDAD como su SANGRE
derramada. La pobre humanidad es apenas una patraña en el universo
entero y al mismo tiempo forma parte de su infinito centro. Qué risa
dan los banqueros, los gobernantes (los del mundo), los soldados, qué
risa los asesinos. Todos, cada hombre sobre la tierra, cree, así sea
el más idiota, que lo que hace, a eso que dedica su tiempo cada una
de las piruetas planetarias, todos creen que forman parte de algo
IMPORTANTE sobre la tierra. Aunque las hay, personas, que sólo
prefieren cambiar el canal de la televisión, sin compromiso alguno,
sin hacerse ningún problema en sus neuronas, sin reparar en el gran
aparato de mierda que sostiene el juego de luces tintineando sobre la
pantalla plana como en el cielo las estrellas redondas, más allá de
esos satélites en lo alto, más allá de toda esta basura
electromagnética que atraviesa el vacío de nuestros cuerpos. Hay
otros, humanos, que prefieren mirar las estrellas, tampoco ellos
valen nada.
He pasado 31 años
perdiendo el tiempo. Y ahora que lo sé... todavía no tengo nada que
decir. Quizá para ganar el tiempo, habré de pasar 31 años
perdiéndome a mí mismo.