jeudi 16 septembre 2010

poema a grito abierto

…al sonoro rugir del cañón…

Vive el México que hoy tumba en mis entrañas;
ese país que todavía no he visto,
o el que con tanto afán barre sus calles,
a pesar de la furia, los vientos y del polvo…

Vive el México que en mí ha tomado forma
porque soy individuo, soy un pueblo;
porque puedo cantar y bien recuerdo
de la infancia los ritmos y las coplas…

Vive la patria que hoy no me abandona
porque a lo lejos yo sigo coronado
con sombrero de charro y un zarape;
campesino o fantoche, ahora exiliado...

Ruge el cañón desde la patria mía,
dirá el poeta embriagado a la distancia;
ruja el cañón, entonces –qué ironía—,
la guerra ha dado un grito esta mañana.

Embriagado de rabia y de recelo
pienso en el corazón del mexicano
pobre, ignominioso, ataviado de anhelo,
lleno de chispas como cuete en el aire,
no sabe a dónde va, ni a qué hora llega;
mentiroso, mañoso,
enfermo de un dolor que no conoce,
solo termina con su mundo y vuelve a verse
en el espejo del antagonismo como su propio mal.
Mendigo de la historia,
que todo lo ha perdido aunque todo lo tiene,
orgulloso de su precariedad vuelve a embriagarse
pensando que en el espejo se le guarda
un futuro mejor, una corona
–no sombrero de charro, ni una aureola—
de oro y de cristal, como de reyes.
Grita vivan los héroes y todos los colores
que adornan los recuerdos de una historia inventada;
grita y vuelve a gritar, cerrando la ventana
con el miedo a un asalto de metralla.
No posee un mejor bien, ni aun mayor mal,
que una vida, una muerte,
un gran final como el de cualquier otro;
sangre sobre la tierra / cadáver en pedazos,
más de los que podría contar quien ya no cuenta dedos,
ni cerebro, ni retazo de ser, ni una conciencia.

Mexicanos…

Josué Solís Hernández / 16 de Septiembre de 2010

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