mercredi 12 novembre 2014

Me ves, ya no me ves



En el fondo del abismo hay una cola de personas desaparecidas, esperando aparecer. No se fueron de aquí por una idea, ni se esfumaron buscando algún querer. ¿Alguien se los llevó pa'divertirse?, ¿alguien los secuestró para hacerlos padecer?

El vacío macabro de quienes “desaparecen” es compadre de la angustia de quienes se quedaron. Impávidos, ante ese acto de magia repetitivo, los espectadores lloran por la paloma y el conejo; delante de esa caja a doble fondo (la justicia), las madres de los muertos descifran el mensaje: Me ves, ya no me ves. ¿Quién es el mago? ¿Cuál es su mano invisible?

De este lado del abismo hay también una fila de personas esperando que los desaparecidos vuelvan. Están aquí, sujetos al anhelo de verlos regresar. Y mientras hacen cola también buscan, en los anfiteatros, en las fosas clandestinas, en las calles, en los postes de luz más apagados, y en los montones de huesos.

“Este infierno es un país de paz”, dice el pequeño dictador con su cara de galán. Los ministros aplauden ante cámaras, los periodistas analizan ante cámaras, se aprende la opinión de los expertos en la radio; pero los alaridos de un descuartizado no se pueden escuchar, pues la antecámara del infierno ha pasado a comerciales. 

Cuerpos regados a lo largo de un país de paz:

Reportero, niña, migrante, pandillero. Empresario, estudiantes, sicarios, artilleros. Señora de la esquina, muchacho misterioso. Vagabundo en la calle, pollero, indio, maloso. Los muertos de  mi calle y los muertos del bosque. Policías en disputa, mujeres, traficantes. Testigos de su sangre, ráfagas en el cuerpo. Sombras de la masacre… rastros de la masacre… voces de la masacre… hijos de la masacre:

¡No se oye! ¡Más fuerte! ¿Dónde están? ¡Griten más fuerte!

Y los cañaverales, los maizales, las barrancas, no son lo suficientemente acústicos para propagar los aullidos de dolor del primero de los machetazos. El volumen del aire los dispersa. Queda el olor chillante de la carne, los gusanos y el frenesí de los buitres… en este país de paz. Queda la oscuridad de las bolsas de plástico abandonadas en los parques y jardines, abrigando los trozos de un desaparecido más que no podrá volver.

Y la fila se hace larga.
                    En la esquina del abismo se acabaron las despensas.
                                                                                                 Están regalando muerte.

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