vendredi 14 février 2014

En el cerro de las plumas

¿Quién nos va a decir que nos calmemos? ¿Quién va a asegurar que son casos aislados? ¿Quién es el que aquí está exagerando?

Josué Solís Hernández
(Este texto es una ficción, su fuente no)
Me dijeron que unos hombres se llevaron a mi hermano. Que lo levantaron en una camioneta y se largaron al fondo de la chingada. Horas más tarde llamaron al celular. Era un secuestro de Los Plateados de Altamirano, o quienes quiera que fueran esos hijos del diablo; querían dinero a cambio de mi carnal; dinero, dinero, todo el dinero. Y yo acordándome nomás de las bañadas en el Chacamero, de cuando estábamos morros. Y yo nomás acordándome de las promesas que no le cumplí. Y de las regañadas que nos metía su madre (y la mía) cuando no volvíamos a la casa a la hora que ella mandaba. Y de cómo lloraba el vato cuando no le daban lo que quería; y sus chillidos cuando algo le dolía. Y sí, era él. Clarito se oía que era él en el teléfono, pidiéndome ayuda otra vez. Y luego la voz burlona esa, diciéndome que nomás que avisara a la policía, y que nomás que me tardara con el varo, y que nomás que no me moviera; que los días de mi carnal estaban más contados que sus dedos. Me ordenó que yo no les llamara. Que ellos me iban a decir dónde y cuándo y cómo. Pero eso sí, que querían tanto. Y yo, ¿tanto? Pero... Y colgaron, y ya. Ahí me tienen buscando, pidiendo prestado, sacando lo que teníamos en el banco. Y ahí estoy en la noche, llorando como un loco, pateando las puertas y golpeando las paredes. Hermano. Hermano. Hermano. ¿Dónde estás ahorita? Y el teléfono que no sonaba. Y el dinero ahí, haciendo un ruido raro, como queriéndome hablar. Sonó el teléfono. Me dijeron el lugar y la hora y lo que tenía que hacer. Y ahí voy, con el varo cagándose de risa por su inmortalidad, y con el corazón saliéndoseme de miedo. Y con los ojos rojos. Y el abrazo de mi vieja todavía pegado en la camisa. Y ese olor a flores, ese olor que me decían que a veces baja desde el cerro de las plumas, desde Pungarabato. Y el canto de un tecolote revoloteando en mi cabeza. Y la voz de mi hermano diciéndome que no lo voy a alcanzar. Y su recuerdo corriendo delante de mí, riéndose desesperado y sin poder respirar. “A que no me alcanzas. A que no me alcanzas”. Dejé el dinero, ahí. Lo entregué. Pero... ¿Qué vi entonces? ¿Qué pasó? ¿Por qué no me acuerdo de nada? ¿Los vi? ¿Reconocí a alguien? ¿Qué salió de ese agujero? ¿Qué es eso? Es como si hubiera visto una cara frente a mí; una cara sin rostro que me fuera a tragar vivo. Y entonces me fui corriendo. ¿Dónde está mi carnal? ¿Va delante o viene detrás? No me van a alcanzar estos malditos. No me van a alcanzar.

 
12/02/2014. Ciudad Altamirano, Guerrero. Erasmo González Reyes, de 40 años, fue asesinado a tiros después de pagar el secuestro de su hermano cuando fue seguido y atacado en la calle Pungarabato casi frente a la Casa de la Cultura.”


1 commentaire:

Unknown a dit…

Que poca madre.