mardi 17 mai 2011

Cuenta cuántos cuentos

Viaje en órbita

Olvido o memoria: narración

¿Eres tú quien salva?
(La memoria salva)
¿Quién alejará de nosotros
esta lluvia tenaz?
Árbol de ceniza, X
Víctor Manuel Cárdenas

LA raza humana, la especie, es quizá el animal más adaptado al mundo que habita. Sin embargo tiene, ha tenido y tendrá un eterno problema, también es el animal más agresivo y violento del planeta. Su razón, es una maldición; su fuerza, la condena. La gran paradoja de la humanidad es que no trata de dominar otras especies, sino a sí misma; la guerra se ha convertido en un ejercicio de autodestrucción bien extendido por todos los lugares que puebla. La masacre y la barbarie son el estigma de la civilización humana, y hay dos maneras de afrontar este estigma: el olvido o la memoria. Uno es temporal, pues la masacre vuelve cada siempre; la otra es salvadora, pero intermitente.
La memoria es una de las subjetividades humanas más atacadas por quienes ostentan el poder. Las sociedades que conforman esta especie animal viven en polos distantes, o se les mantiene así: en el olvido, si sólo en el presente; en la memoria, si sólo en el pasado. Una carencia constante de información y razón avasalla con toda la esperanza humana. Es necesario escribir la historia de lo que falta para que la sociedad avance.
La historia es una narración de la enormidad, donde se enclavan los hechos innegables. No obstante, ante hechos de barbarie, en el discurso público se confrontan dos tipos de verdades o de realidades: una que es promovida por el Estado –quien pretende mantener el control a través de una representación de los hechos hecha a la medida–, y otra que es conservada con recelo por la sociedad –a través de la memoria pública–. Para administrar dicha memoria el Estado impone una “historia oficial”, caracterizada por la omisión de los hechos de barbarie, difundiendo una interpretación global de lo acontecido. Dentro de este relato, las víctimas pierden identidad y por tanto subjetividad. Los actos de barbarie suelen ser tratados desde distintas formas de narración: la lucha entre buenos y malos, donde Estado indiscutiblemente es bueno; o “el relato de los dos demonios”, que no deja lugar a matices para ninguno de los bandos, y donde las víctimas son tan culpables como los victimarios. Los medios que utiliza el Estado para establecer su narración de la historia son los medios masivos, paradójicamente inalcanzables para la masa que recuerda, que sufre y que se resiste al olvido sistemático a que está impuesta.
Dentro de esta dinámica la novela, el filme, el periodismo, la fotografía y todas las manifestaciones de cultura, se convierten en herramientas útiles para elaborar una contranarración que se oponga al olvido, con el afán de reconstruir la memoria de la sociedad. Muchos hablan ya de reconstruir el tejido social, para eso es urgente despertar. El régimen debe caer para que el velo del olvido se corra ante nuestra colectividad y vuelvan las razones y la paz. La narración de la memoria sólo tomará forma mientras el tiempo pasa, las generaciones nuevas, que han crecido habituadas a una verdad bien poco clara, serán terreno fértil para la palabra reconstructiva, la palabra que aspira a la reparación y a la justicia.
Pero muchas veces, para ocultar la barbarie el Estado no utiliza la amnesia, sino la ignorancia. El desconocimiento de la realidad es tan peligroso como el olvido. Parece muy simple, pero hay que enunciarlo: Mientras el olvido debe ser derrumbado con la recuperación de la memoria; la ignorancia debe ser eliminada con la revelación de la verdad. Cuando reina el silencio en un país de ignorancia, se vuelve urgente la palabra de edificación, la palabra que despierta la luz en medio de una caverna.


Foto: Ivonne Barajas

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