Un día, no hace mucho tiempo, buscando la verdad cristalina de los
ojos, cortejando el beso tibio en las sonrisas, incliné mi cuerpo sobre
la gran marmita del verso. Soñaba con ditirambos de cien, y escribía
poemas de noventa y nueve noventa. ¿Pero qué verso era mi verso, si ni
puñal, ni puño y ni siquiera flor? Una lámpara sin aceite colgaba en mi
habitación, la oscuridad se distendía sin miedo por los pasillos de mi
casa hueca; pasaban horas así, hasta que una luz muy leve tocaba el
vidrio opaco de mi única ventana para fingirme el día y obligarme a
despertar; mares de cartón azur servían como escenografía exterior a mi
comedia del verso; y yo me sentía el poeta más libre, cabalgando por las
ganas de escribir a como diera lugar. Con las ideas llenas de humo,
mutilaba sin piedad el cuerpo candoroso de mis palabras simples, y
respiraba aire puro, y recitaba puro aire:
Un día,
no hace mucho tiempo,
buscando la verdad cristalina de los ojos,
cortejando el beso tibio en las sonrisas,
yo también incliné el cuerpo
sobre la gran marmita de los versos,
y -soñando con ditirambos de cien-
escribía poemas de noventa y nueve noventa.
*
Hoy los colores no tienen escala; el arcoíris es un solo golpe en mi
sentido. Me domina el sueño, me arroba el pensamiento. Mis dedos son el
silencio y mi palabra un parpadeo. Es la noche aquí, mientras allá es de
día. Vivo en una tierra húmeda que celebra la fértil llegada de la
primavera, pero el terror hace rondas de patrulla alrededor de mis
sueños; el frío acaricia mis plantas y no puedo despertar. Era una vez
un diente de león oscuro que nunca fue tocado por el viento.
*
Por la noche se levanta un rumor en la tierra. Un murmullo contenido
trepa hasta las copas de los árboles. Viene para el norte, sobre una
ruta perfecta. Pasos tras las sombras atraviesan los umbrales en su
plena oscuridad. Nadie duerme; abiertos como la ventana, los ojos buscan
el foco de las estrellas desde la almohada. Ningún animal levanta la
garganta, ningún bicho se mueve bajo la hierba. El rumor proviene de la
misma noche; son las sombras que caminan. Sombras, sombras, sombras,
sombras, sombras sobre las sombras. Hay quienes han escuchado la guadaña
de la muerte entre las matas, chasquidos como de rifle por el río,
aullidos de coyotes donde nunca los ha habido. Nadie ha visto nada;
entre cortinas de las ventanas cerradas, los pasos se van de largo,
buscando los rincones oscuros del olvido. Pronto llegará la luz.
2 commentaires:
Dónde estás que estás aquí pero no acá. Pasé a leerte para recordarte, recordar que sigues aquí, pero se te extraña acá y se te abraza allá, en los sueños. Nimitstlasohtla. Besos mil.
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